sábado, 26 de octubre de 2013

Objetos de un pasado reciente.



Foto de la Sala 1 - Pervivencias de la cerámica aborígen

           http://www.elmuseocanario.com/index.php/es/exposicion-permanente/55-la-ceramica-aborigen-de-gran-canaria

Hace un par de semanas estuvimos con Xabi visitando el Museo Canario para ver, entre otras cosas, la muestra titulada "Claves de un hallazgo: El pasado bajo nuestros pies". Estratégicamente situada en una esquina de la sala, había (todavía sigue estando allí hasta noviembre, por cierto) una gran urna de cristal llena de objetos "antiguos" pertenecientes al período comprendido entre los años cincuenta del siglo pasado hasta hace relativamente poco tiempo, desde la  botella del jarabe de la tos con aquel sabor tan horrible hasta un almohadón de Bob Esponja.

Días más tarde, en nuestro "superlaboratorio de prehistoria" de 3x2  de la ULPGC (léase con la mayor de las ironías), vimos la muestra que nuestro profe nos había colocado encima de la mesa y de la que teníamos que elegir al menos diez objetos, suponer que nos los encontrábamos en una excavación arqueológica y a través de ellos interpretar para qué servían, quiénes los usaron, el porqué, el cómo, el dónde, el cuándo... en fin, toda una serie de preguntas que cualquier historiador debería hacerse ante dicho hallazgo. 

Como afortunadamente era una niña por los años sesenta (mis huesos no opinan lo mismo), creo que puedo interpretar algunos de los objetos que he elegido con más conocimiento de causa que la gran mayoría de mis compañeros de clase. 

No recuerdo dónde oí una vez que "después de una guerra no viene la paz, viene la posguerra". Aunque yo nací dieciocho años después de que la guerra civil terminara, mis padres sí la vivieron y yo creo que de las penurias, las necesidades y el hambre que pasó mi madre le vino su obsesión por que sus hijas estuvieran bien alimentadas, que creciéramos fuertes y sanas y no escatimó el poco dinero que mi padre traía a casa, ni esfuerzos,  para conseguir tal fin. 

A los objetos que he escogido, les haré las siguientes preguntas: "qué eres" y  "para que sirves". Con sus respuestas intentaré hacer una recomposición de la época de los sesenta. 

Esta botella, la primera de los objetos que he seleccionado, es de un vino dulce con extracto de quinina, llamado "Kina San Clemente", con fama de reconstituyente y estimulador del apetito que no faltaba en muchos hogares de la época y que normalmente se tomaba por la mañana o a mediodía mezclado con una yema de huevo y azúcar. Todos los niños de mi generación y en cuyas casas se pudieran tomar, no somos alcohólicos de puro milagro... pero aquí estamos.



Este otro envase de vidrio y cuya foto se muestra, corresponde al "Agua de Agaete" y tal como reza la publicidad, era un agua minero-medicinal y altamente antirreumática y antianémica. Y claro, ya fue suficiente con que nuestros padres tuvieran anemia por falta, muchas veces, de una alimentación completa como para que sus hijos tuvieran anemia también. Había que evitarlo a toda costa y para ello había que beber una agua con bastante hierro. Recuerdo que en el fondo de la botella y en el del vaso, se quedaban unas trazas de hierro que había que tomarse "porque era bueno".  




Por el mismo motivo, era bueno para tu salud tomarte un buen concentrado de carne, máxime si en tu casa el consumo de carne estaba limitado a algún domingo que otro. Pues esta botella pertenece al "concentrado de carne de buey Bovril". Se le ponía a la sopa, a los potajes y a toda aquella "comida de cuchara" que tu madre creyera conveniente porque tenía "muchas vitaminas".   


 No recuerdo si en los sesenta en mi casa o en la de mis tíos se consumían los refrescos de cola americanos que todos tenemos en la mente y de los que me niego a hacer publicidad en esta página, pero sí que recuerdo que de vez en cuando, algún domingo, en la mesa no faltaba el refresco de naranja Nik, elaborado, si no recuerdo mal, en Teror. 
Y como eran de naranja, seguro que eran buenos porque las naranjas tenían vitaminas y como a veces no se podían comprar en la tienda o porque no habían o porque eran muy caras, el Nik se convirtió en el sustituto de la "vitamina C". Éste sí que nos gustaba porque era dulce y era un producto de semi-lujo.                     


Y a continuación.... la Cola de Canarias: el Royal Crown. 



De esta bebida no recuerdo en absoluto el haber oído en mi casa que tuviera ningún poder reconstituyente ni de que tuviera vitaminas ni nada parecido. Pero en algún cumpleaños, "caía" alguna botellita de éstas.

     
Y después de haber tomado leche en polvo y los que teníamos familia en el campo leche de vaca o de cabra (no recuerdo si hervida o no; posiblemente la tomáramos recién sacada del animal y la consumiéramos con todos los gérmenes del mundo habidos y por haber, con la consabida frase de  "las vacas están limpitas ansí que la leche está buena y limpita también"), empezaron a llegar a las tiendas las botellas que contenían una de las primeras leches esterilizadas y pasteurizadas en envases de cristal: la leche Sandra, subvencionada por el Cabildo.  Recuerdo que se hizo obligatorio en el colegio donde yo estudiaba, el tomar un vaso de leche Sandra como merienda. Aquí se muestra una foto del envase.





Por supuesto, no te la tomabas en un vaso de plástico desechable sino que todos los días te tocaba traer y llevar la escudilla en la maleta. Escudilla que muy bien podría ser como ésta. Daba igual que estuviera descascarillada y a veces si se caía al suelo y se rompía en trozos grandes, tu padre, con pegamento imedio la dejaba como "nueva" y se podía seguir usando. Éramos ecologistas por obligación.Cuando llegó el plástico... bueno, esto corresponde a otra época....





Otros objetos que pertenecen a esta época y que he seleccionado de la muestra,  son los envases de productos farmacéuticos y que a continuación muestro y trato de explicar sus funciones. 

Respecto a esta primera botella, de la marca de productos farmacéuticos alemanes Wassermann (aparece en relieve ese distintivo aunque no se aprecia muy bien en la foto), tengo mis dudas de que pudiera contener linimento para los dolores musculares o yodo líquido del que se usaba para desinfectar las heridas. Era muy común en las casas tener yodo hasta que apareció la mercromina. Ninguno de los dos, años más tarde, se tuvieron por recomendables así que ya no tiene uso doméstico. Y nuestras madres fueron las primeras que se alegraron: como te cayera una mancha de estos productos en la ropa... 






Estos endiablados envases correspondían a medicamentos inyectables.  Cuando era pequeña les tenía auténtico pánico y es que el disolvente y el medicamento en polvo se encontraban en depósitos distintos, como se observa en la foto. Había que introducir una aguja muy grande para poder unir los dos componentes.
Y claro, tú siempre creías que esa aguja iba destinada a tu ... bueno, donde la espalda pierde su digno nombre; ustedes ya me entienden.


Y ya por último, hablemos de los jarabes para la tos. Estaban hechos con muy mal sabor y  yo creo que a propósito y con la finalidad de que evitaras coger un catarro por miedo a tener que tomarlos. Esta botella es una de tantas que contenían esos medicamentos antitusivos.

 

Como comentario final, me gustaría añadir que la gran mayoría de estos objetos se han quedado muy atrás en el tiempo y que son característicos y comunes de una época concreta, la de la postguerra civil en España. A mí me resultan muy familiares y me divierte comprobar que al resto de mis compañeros, muchos más jóvenes que yo, les causa mucha intriga y les parece mucho más antiguos de lo que son en realidad.

























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